lunes, 8 de agosto de 2011

Carlitos' Bangs












por Mar Go




-Sacate el corpiño. No, vos no. Vos tampoco. Vos. Vení para acá. Vamos, que no tengo todo el día- me dijo el señor con corte de pelo a la Moe y con un acento tan extravagante como el jardinerito de cuero negro que tenía puesto. Yo había asistido junto con otras jovenzuelas a ese cuchitril respetando la consigna de un aviso de casting cinematográfico que rezaba: "BUSCAMOS SEÑORITAS RUBIAS DE MÁS DE UN METRO SETENTA Y CINCO QUE HAYAN POSADO AL MENOS PARA UN ALMANAQUE DE GOMERÍA." La mitad de nosotras ya había aparecido en Playboy y la otra mitad en Hustler. Fue en aquellos curiosos meses en los que Playboy sólo fotografiaba mujeres desnudas de la cintura para arriba, y Hustler de la cintura para abajo. Lo que se llama un acuerdo bilateral. La película en cuestión iba a tener el llamativo título de Germanotta: una vida en cuatro capítulos, estaba inspirada en Barbarella y contaba la historia de una vendedora de seguros interestelar que debía prostituirse en numerosos sistemas solares para pagar el rescate de su novio -el príncipe Gazpacho- secuestrado por el malvado Toto. El rodaje iba a comenzar la semana siguiente, sino antes. No se descartaba la posibilidad de que terminaran de filmar antes del tiempo pactado otro filme del mismo estudio: Posesión y Violación en la guarida de los Trolls y pudiésemos usar los los mismos sets, la misma cámara, el mismo equipo técnico, las sobras del catering e incluso diálogos descartados del guión en tres o cuatro días. Todos estos datos figuraban en el aviso. Era un aviso largo- ¿Cuantos años tenés, linda?
-Diecisés, señor. Recién cumplidos.
-Chicas- se dirigió a las otras gamberras- Agarren sus cosas y tómenselas. Y vos...- se volvió a mí- Acercate un poco que te quiero oler...
-Tengo entendido que hasta el día de hoy los olores no se pueden registrar en formatos análogos señor...
-Carlitos, decime Carlitos- dijo el hombre del flequillo tomándome por los hombros y posando su nariz en mi cuello. Me olfateaba como un perro y me aspiraba como si toda mi piel estuviese cubierta del majestuoso polvo blanco.

Las palmas de Carlitos emprendieron una travesía en la que no dejaron territorio sin explorar. Cuando una de sus impías garras llegó a mis partes privadas se detuvo allí una eternidad y sin previo aviso me arrancó uno de los pinos de mi frondoso bosque. Oculté mi dolor con orgullo y esbocé una sonrisa al recordar las sabias palabras que mi madre me impartió en Ginebra: "Cuando una de las impías garras de un hombre se detenga una eternidad en tus partes privadas y sin previo aviso te arranque uno de los pinos de tu frondoso bosque, oculta tu dolor con orgullo y esboza una sonrisa"
- ¿Y vos cómo te llamás?
-Marguerite Goye, señor Carlitos.
-Muy largo... - dijo extrayendo un frasco ámbar muy pequeño (que yo jamás hubiese usado para guardar la mermelada de grosellas que tan bien me sale) de su jardinerito sadomasoquista, con un rotulador le estampó la leyenda "Mar Go" y allí guardó esa hirsuta parte de mí.
-Seré curiosa... ¿Qué va hacer usted con eso?
-¿Con esto? Acá tengo la gallina de los huevos de oro. ¿Sabés lo que es la clonación? Me imagino que no. Bueno, digamos que este mísero pendejo contiene toda la información genética que hace que vos seas esta mina increíble. ¿Capisci? Con esa información, yo puedo hacer una, dos o tres Mar Go. Pero no se van a llamar como vos, sino "María Emilia", "María Laura" y "María Eugenia". Y me van a obedecer, carajo. Me voy a hartar de darles matraca. Van a satisfacer hasta el más absurdo de mis caprichos. Y no sabés el carrerón que van a hacer. Televisión, música, cine. Pero no acá, que son todos rubios. En mi querida Buenos Aires, la Reina del Plata. Y toda la guita va a ser para papá, primor... Pero no pongas esa carucha. Sí, no hay Germanotta: una vida en cuatro capítulos. ¿Qué? ¿Qué pasa? Sí, soy un tipo excéntrico... También me gusta coleccionar chupetes...

Sin dudarlo un segundo, tomé mi pulóver y con el corazón en la boca salí corriendo del falso estudio. Cuando doblé por Sunset Boulevard noté que me había olvidado el corpiño.


Los Ángeles, 1971