martes, 26 de julio de 2011

The Little Box












por Mar Go


-Señorita, nos va a tener que acompañar- me dijo el hombre de impermeable rascándose la barba de dos días que le daba un aire a detective divorciado con una negrísima visión de la vida y que ya no podía distinguir el bien del mal, que es precisamente lo que era.
-De acuerdo, señor...
-Howard Johnson.
-Señor Jones, permítame que vaya por mi abrigo y estoy con ustedes- a Howard Jones lo secundaba un tipo tan tosco como él, pero en el fondo de sus abismales pupilas se adivinaba una infancia rica en turrones de quacker y manzanas acarameladas.
-Johnson, el apellido es Johnson.

La morgue nos daba la bienvenida con su asepsia y los acordes que venían de una radiecita que ayudaba al enfermero afroamericano a evadirse del frío y de los cadáveres. Sonaba "In the Mood" de Glenn Miller y sus Truhanes, ni bien entré a la sala mortuoria no pude evitar zarandear ligeramente las chancletas inadvertidamente. Howard Jones ordenó al negro que apagara el aparato y que trajera el cuerpo de la occisa de un modo poco amable. Su partenaire inspeccionaba minuciosamente cada milímetro cuadrado de mi anatomía con ojos desencajados. Decidí tomarlo como un halago.
-Aquí está la muchacha- dijo el oscuro enfermero con la misma entonación con la que una le pide 200 gramos de salame milán cortado en fetas finitas, y si puede ser, que le saquen el film que los cubre así cuando una se los come no tiene que andar sacando tirita por tirita, lo que no sólo hace más tedioso el proceso de llevarse una feta a la boca o al pan sino que también le quita el placer inherente al rito de la alimentación.
-¿Ésa es la muchacha?- pregunté con la mirada incrédula al ver que una veinteañera entraba perfectamente en una cajita de Tres Patitos.
-Es lo único que encontramos de ella, señorita Mar Go- me dijo Howard Jones levantando los hombros- Ahora bien, le vamos a pedir que examine cuidadosamente los restos y nos diga si son de Susan.
-Abran la cajita, nomás. Pero pónganmela cerca que me olvidé los lentes para ver de lejos- El enfermero abrió la cajita de fósforos como quien se dispone a sacarse un orégano del diente. Vi los dedos índice, mayor y anular con las uñas pintadas de un carmín intenso. El color preferido de Susan para salir a parrandear- ¡Es ella, es Susan! ¡ES SUSAAAAN- grité con cierta sobreactuación, lo reconozco. Porque las probabilidades de que tu adorable y rubia compañera de cucheta, cuyos padres le llenaban el trasero de felicitaciones y cheques cada mes, se encuentre con un grupete de psicópatas que parecían niños bien, pero que en realidad, de tanto leer porquerías se convirtieron en unos enfermos con ganas de diseccionar rubias adorables y usar su intestino delgado de bufanda por unas horas, (si es que el largo alcanzara para todos) y cortarla en pedacitos para comer algunos, vaya a saber cómo, si a la provenzal y rebozados o simplemente a la plancha y después ver que le dejaron solamente tres deditos, (vaya a saber Alá qué diantres hicieron con los otros) y que una vea esos tres deditos, ya medio violetas y demostrarle al mundo que no le deseabas para nada que una colonia de leprosos la violara hasta el hartazgo sino que te cae como un baldazo de agua fría son de una en un millón.
-Gracias- me dijo me dijo el hombre de impermeable rascándose la barba de dos días que le daba un aire a detective divorciado con un negrísima visión de la vida y que ya no podía distinguir el bien del mal, que es precisamente lo que era, mientras su tímido compañero que todavía no me había dicho ni su nombre aprovechaba para ponerme sus manos por el talle como si no le hubiesen enseñado que para consolar a alguien no hay que ponerle las manos en el talle sino en el hombro o en la espalda, pero que a mí me dio lo mismo y lo dejé hacer porque creí que le venía bien sentir las carnes firmes de una universitaria de clase media alta y que quizás más adelante le permitiera hacer más cosas si se portaba bien, me llevaba al cine a ver una que no tenga tiros ni persecuciones- Eso es todo, señorita.


New York, 1975.

7 comentarios:

  1. Si, a mi también me revienta sacar las tiritas del salame.

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  2. Por Una Solapa: me encantó el cambio de piel y la invitación destacada de Mar Go.
    Muy genial... "de tal tía, tal sobrino". Los amo. Gracias por compartirse tan generosamente en cada cita con las letras. Cariños.

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  3. Ay, me emocionaron con tantos arrullos al corazón. Estoy más feliz que Bastian volando sobre Falcor en "Laberinto".

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